Recuperación antropológica: lo religioso y lo político

La comprensión de lo religioso y lo político pasa por una necesaria distinción entre lo religioso y las religiones, y, entre lo político y las políticas. De hecho, la aproximación a los conceptos de Religión y Política da cuenta de razonamientos que las entienden, por una parte, como ámbitos de desempeño del ser humano, es decir, dimensiones antropológicas, y por otra, como manifestaciones particulares en las cuales se expresa esa  dimensión; esto es la distinción entre la Religión y las religiones, y, entre la Política y las formas particulares que toma el asunto político en la sociedad contemporánea. Se intenta así, una recuperación de los sentidos auténticos de estas dimensiones, desde su carácter antropológico. De hecho, las consideraciones sobre lo político inician con una fuerte crítica a los prejuicios y tergiversaciones que se han ido consolidando en torno a su quehacer, restando autenticidad a esta dimensión fundamental de la vida humana; y del mismo modo, las consideraciones sobre la Religión, se niegan a ligarla de forma exclusiva con una tradición cultural específica, insistiendo en su carácter constitutivo del ser humano que se expresa en diversidad de formas y medios con el fin de la realización humana.  

Una aproximación inicial a las relaciones que se han establecido en la historia entre los ámbitos religioso y político, permite percibir dos acercamientos principales. Por un lado, si junto a las consideraciones sobre lo público, lo que define lo político son las relaciones de poder, es innegable la vinculación de la Religión con la Política en cuanto a la toma de decisiones y la distribución de los poderes; si bien hoy en día, no es posible ubicar tan claramente las instituciones religiosas en la toma de las decisiones públicas, la aparición de ciertos movimientos religiosos que toman forma política, se convierte en un fenómeno a tener en cuenta, en términos de representatividad y construcción del bien público. Por otro lado, la labor formadora de las religiones implica que han sido las depositarias de la formación moral de las sociedades, y en ese sentido, el vínculo con la Política se da desde la formación del ciudadano que requiere el sistema político, y ello, a partir del acceso y apropiación de un sistemas de creencias específico. 

 En este sentido, las relaciones entre lo religioso y lo político han marcado profundamente la historia de los pueblos, en algunos casos incluso imperceptiblemente; de tal manera, las estructuras políticas de la Religión interactúan con las estructuras religiosas de la Política, produciéndose unas sinergias de significación entre los términos políticos aplicados a la Religión así como algunas particulares dinámicas religiosas que entran en juego en el quehacer político. De hecho, términos como Religión y Política son fundamentales en la comprensión de la historia de la humanidad y de alguna forma, definen la totalidad del ser humano; las conexiones han sido tanto directas como indirectas a nivel histórico y en algunos casos llega incluso a confundirse o mezclarse un terreno con el otro. 

 


Frente a esto pierde crédito la idea moderna de separación de lo religioso y lo político en dos esferas distintas; mientras la escisión parece clara en la teoría, en la práctica ambas esferas están íntimamente ligadas, y ello, desde lo que se ha denominado un polifacetismo, es decir, el continuo movimiento del ser humano en un conjunto de facetas co-implicadas porque es el mismo ser humano el actor de las mismas y el creador de los lenguajes que estas utilizan.    La novedad que se plantea es que más allá de la presencia de lo religioso y lo político en forma de una yuxtaposición permanente, lo que acontece es una co-implicación de ambos componentes. Así, los fenómenos religiosos como concreciones limitadas y determinadas culturalmente de lo religioso, van más allá de la vida espiritual de los fieles intentando superarla para dominar la vida pública de acuerdo a intereses particulares. En correspondencia lo político que tampoco es claro sino a través de mediaciones políticas concretas, no sólo se limita a la administración de lo público sino que influye sobre la conciencia los individuos en aspectos que en buena parte tienen influencia religiosa.

La categoría de lo político-religioso como lente de comprensión de la realidad

Ante la visión separatista moderna, se presenta una visión integradora donde la dimensión antropológica y el objetivo de realización humana, son los principales pilares de unión entre lo religioso y lo político. Desde la categoría de lo político-religioso, se genera un nuevo espacio, en el que se daría la comprensión de los conceptos políticos tradicionales desde referentes que permitan asumir lo religioso como mediación para la formación y el empoderamiento político. En contraste con una visión de la política tecnocrática, legado de la ciencia moderna, se abre campo una Política capaz de contradecir la esencia misma del afán civilizatorio; así, se libera a la Política del reduccionismo de su concepción instrumental que implica únicamente el ejercicio de arreglar o administrar los asuntos públicos, y se plantea una visión integral de la Política ligada a la vida interior superando el dualismo entre lo religioso y lo político. Se presenta una ampliación del panorama o campo de acción de lo político en contra de su instrumentalización reduccionista, y a partir de un fundamento antropológico que al vincularlo con aspectos como el sentido de la vida, se esgrime en contra de la separación dualista entre lo sagrado y lo secular, lo trascendente y lo político. Lo anterior, se ubica en un marco de recuperación del significado originario de la Política en el sentido griego e implica el diálogo entre culturas y religiones como ejercicio indispensable para afrontar la situación del mundo contemporáneo; es la afirmación de un pluralismo radical, en oposición al dualismo de la ciencia moderna y su pretensión de verdad, en aras de una mirada más consciente a los contextos culturales.

 

Entre otras implicaciones de la consideración de lo religioso en el ámbito político se encuentra el replanteamiento de los mecanismos reguladores de la vida social, donde empiezan a entrar en juego dinamismos subjetivos como la vergüenza y la culpa. Esto abre una puerta para la consideración de nuevas formas políticas en relación con lo trascendente que asumen un nivel de compromiso, que exige la reflexión sobre dilemas morales específicos y cuestiones existenciales que han sido excluidas por la modernidad; en ello, se incluyen los debates sobre los manejos de poder y su influencia sobre las subjetividades. Dicho esto, la postura es la de retomar los elementos que ligados con la trascendencia, pueden contribuir a la configuración de formas alternativas de ciudadanía y ejercicio político. Cabe aclarar que no se trata de confundir o identificar lo político con lo religioso sino de reconocer su complementariedad, en un retorno a su papel dentro del proceso de realización de las personas. En este sentido, la apuesta por el bien común no se separa de la realización de la plenitud humana dentro de la vida social, de donde surge la comprensión de lo político en un contexto amplio como parte del camino por el que las personas alcanzan su desarrollo pleno.


Todos los aportes, sean inquietudes, sugerencias o solicitudes de profundización, son bienvenidos.

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